sábado, 21 de julio de 2012

CINCUENTA SOMBRAS Y UN RESQUICIO DE LUZ


-Oh Dios mío, pero ¿qué es esto?- se pregunta mi consciente -¿la historia de un pervertido sexual, obseso del control?-

Mientras escucho el discurso lógico, siento que una parte mi está disfrutando. Devora cada página con azogues de sorpresa y emoción, buscando nuevas sensaciones en el grueso baúl de legajos amarilleos que embute la cubierta. Aterrada, ceñuda, trémula y ardiente frente al sexo procaz. Incapaz de ponerle nombre o de resumir en un único adjetivo lo que acontece. No en vano resulta gozoso, extraño, arrebatador, sensual y hasta espeluznante.

Bajo el umbral de mi conciencia, el corazón y los instintos viven una dulce eclosión, como si Abril se repitiera mil veces en un nanosegundo.

Toda yo quiere saber e imaginar. Ser un trasunto de Anastasia. Transgredir los conocidos dominios del sexo vainilla hacia ese cuarto oscuro de incertidumbres, donde los instrumentos de dolor prometen placeres desconocidos, pero auguran serios daños. Y una vez en el cuarto, quiero huir a toda prisa como ella, llevándome, claro está, algunas cosas. La música de Thomas Tallis, las caricias del látigo antes de restallar, los cascos del ipod, la venda que invita a sentirse, el tacto húmedo y blando que embriaga los sentidos y esa parte enamorada, delicada, explosiva y seductora de Grey.  

El comportamiento errático y sombrío de Cristian logra turbarme. ¿Que bagaje oculta tras su extravagancia?. Es tierno y es frío. Es amo y  sumiso. Es delicado, protector, tolerante e intolerante, delicioso e iracundo, ceñudo y angelical. Un amante preciso, avezado. Y tan ocurrente.



  “…El propósito fundamental de este contrato es permitir que la Sumisa explore su sensualidad y sus límites de forma segura, con el debido respeto y miramiento por sus necesidades, sus límites y su bienestar…”.   Siento mi boca transformada en esparto al ritmo de una lujuria que se anticipa inquietante.



Recuerdo como una lectura de mi adolescencia el devastador informe Hite. Sus revelaciones sobre la precariedad del placer femenino y los incipientes juegos que, la mala conciencia, mantenía furtivos.

Aunque mi generación no constituyese el foco de aquellas entrevistas a más 3.000 mujeres anónimas y valientes, ha sufrido lo suyo para conciliar una educación en la culpa con el sexo a granel que barrió la década de los ochenta.

 Y después de tanto encaje de bolillos, resulta que en los preliminares del climaterio, comenzamos a intuir que el pecado es una trampa para dummies y  que la imaginación sexual debería asumir el poder y entrar de lleno en nuestras relaciones.

Acabo de salir de esta historia ebria de fantasía, con una sensación de transformación profunda, como si hubiera sacudido y renovado mis sólidos cimientos de mujer. Acabo de conocer a una persona con oscuridades como cualquier otra, pero que logra ser a un tiempo caballero del amor y  alquimista del placer, a una mujer con mente de bambú que decide explorarle y explorarse.

Y todo ello a través de un lenguaje sencillo, fotográfico y sensual. Un lenguaje que parece más un río de aguas frescas y cristalinas, que ese abrupto lodazal en que a veces naufraga el erotismo.

Gracias Erika Leonard por ofrecer esa visión diferente al plasmar tus fantasías y las nuestras. Y, sobre todo, por abrir un resquicio de luz en cada vida íntima con tus cincuenta sombras.

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